martes, 14 de abril de 2009

problematica historica (1º lectura)

El enfrentamiento de Galileo con la Iglesia


ESTAMOS a 22 de junio de 1633. Un débil anciano está arrodillado ante el tribunal de la Inquisición romana. Es un hombre de ciencia, uno de los más conocidos de la época. Sus conclusiones científicas son el resultado de largos años de estudio e investigación. No obstante, si desea salvar su vida, debe negar lo que sabe que es cierto.
Este hombre se llamaba Galileo Galilei. El “caso Galileo”, como muchos lo denominan, ha originado dudas, preguntas y una polémica cuyos ecos llegan hasta el día de hoy, unos trescientos setenta años después. Sin duda ha dejado una huella indeleble en la historia de la religión y la ciencia. Pero ¿por qué ha causado tanto revuelo? ¿Y por qué se ha convertido nuevamente en noticia en nuestros días? ¿Acaso porque simboliza una “brecha entre la ciencia y la religión”, como dijo cierto autor?
Muchas personas consideran a Galileo, que destacó como matemático, astrónomo y físico, el “padre de la ciencia moderna”. Fue uno de los primeros hombres que escudriñaron los cielos con un telescopio, y empleó sus observaciones para sustentar una teoría que era objeto de candente debate en su día: que la Tierra gira alrededor del Sol y que, por lo tanto, no es el centro del universo. Esto explica por qué a veces se lo ve como el creador del método experimental moderno.
¿Cuáles fueron algunos de sus descubrimientos e inventos? En su papel de astrónomo descubrió, entre otras cosas, que Júpiter tiene satélites, que la Vía Láctea está formada por estrellas, que en la Luna hay montañas y que Venus experimenta fases al igual que la Luna. Como físico, estudió las leyes que rigen el movimiento de los péndulos y la caída de los objetos. También inventó instrumentos como el compás proporcional, una especie de regla de cálculo. Y basándose en datos llegados de Holanda, construyó el telescopio que puso el universo al alcance de sus ojos.
Su prolongado enfrentamiento con la jerarquía eclesiástica, sin embargo, transformó la trayectoria de este ilustre científico en un drama: el caso Galileo. ¿Cómo empezó y por qué?
Conflicto con Roma
Ya a finales del siglo XVI, Galileo había adoptado la teoría de Copérnico. Según esta, la Tierra gira en torno al Sol, y no al revés, lo que se conoce como sistema heliocéntrico. En 1610 descubrió con su telescopio cuerpos celestes que nunca antes se habían observado, y se convenció de que había encontrado la confirmación de dicha teoría.
Según el Grande Dizionario Enciclopedico UTET, el objetivo de Galileo no era sencillamente realizar estos descubrimientos. Deseaba persuadir a “los personajes de mayor categoría de la época (príncipes y cardenales)” de la veracidad de la teoría de Copérnico. Abrigaba la esperanza de vencer las objeciones de la Iglesia, e incluso ganar su apoyo, con la ayuda de amigos influyentes.
En 1611, Galileo viajó a Roma para reunirse con altos cargos eclesiásticos. Pero, aunque utilizó el telescopio a fin de mostrarles sus descubrimientos astronómicos, las cosas no resultaron como había esperado. Para 1616, Galileo era oficialmente objeto de investigación.
Los teólogos de la Inquisición romana calificaron la teoría heliocéntrica de “filosóficamente insensata y absurda, y formalmente herética, ya que en muchos aspectos contradice de forma expresa las oraciones de las Sagradas Escrituras en su significado literal, su interpretación común y la opinión de los Santos Padres y de los doctores en teología”.
Galileo se reunió con el cardenal Roberto Bellarmino, considerado el mayor teólogo católico de sus días y apodado “el martillo de los herejes”. Este advirtió de manera formal a Galileo que dejara de propagar sus ideas acerca de un sistema heliocéntrico.
Cara a cara con la Inquisición
Galileo intentó actuar con prudencia, pero sin dejar de defender la teoría de Copérnico. Diecisiete años después, en 1633, compareció ante el tribunal inquisidor. Aunque el cardenal Bellarmino ya había muerto, para ese entonces su principal opositor era el papa Urbano VIII, quien en el pasado le había favorecido. Algunos autores han considerado este proceso uno de los más famosos e injustos de la antigüedad, equiparable a los de Sócrates y Jesús.
¿Qué condujo a la celebración del juicio? Galileo había escrito un libro titulado Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo, en el cual, como era de esperar, defendía el heliocentrismo. En 1632 fue citado ante el tribunal, pero como estaba enfermo y contaba casi 70 años, se demoró. Para evitar que lo arrestaran y lo llevaran encadenado, finalmente viajó a Roma al año siguiente. Por orden del Papa, Galileo fue interrogado e incluso amenazado con ser sometido a torturas.
La cuestión de si este anciano enfermo fue torturado o no sigue desatando polémica. En conformidad con la sentencia condenatoria, lo sometieron a un “riguroso examen”, expresión técnica con la que se aludía a la tortura en aquella época, según Italo Mereu, historiador de Derecho italiano. Otros eruditos concuerdan con esta interpretación.
En cualquier caso, Galileo fue condenado el 22 de junio de 1633 en una austera sala ante los miembros del tribunal inquisidor. Se le declaró culpable de “haber defendido y creído la doctrina falsa, contraria a las Sagradas y Divinas Escrituras, de que el Sol [...] no se desplaza de este a oeste, y de que la Tierra se mueve y no es el centro del mundo”.
Puesto que Galileo no quería convertirse en mártir, tuvo que retractarse. Tras la lectura de su sentencia, el anciano científico, de rodillas y ataviado como un penitente, declaró con solemnidad: “Abjuro, maldigo y aborrezco los susodichos errores y herejías [la teoría de Copérnico], y en general cualquier otro error, herejía y secta contraria a la Santa Iglesia”.
Según la tradición popular —sin pruebas de peso que la confirmen—, después de haberse retractado, Galileo golpeó el suelo con el pie y protestó: “¡Y sin embargo se mueve!”. Los comentaristas afirman que la humillación de haber abjurado de sus descubrimientos mortificó al científico hasta la muerte. Su condena a prisión se conmutó por la de arresto domiciliario de por vida. Y a medida que perdía la vista, fue quedándose prácticamente aislado.
¿Conflicto entre la religión y la ciencia?
Muchas personas han llegado a la conclusión de que la experiencia de Galileo demuestra que la ciencia y la religión son irremediablemente incompatibles. De hecho, a lo largo de los siglos su caso no solo ha distanciado a la gente de la religión, sino que ha convencido a muchos de que esta es por naturaleza una amenaza para el progreso científico. Pero ¿es eso cierto?
El papa Urbano VIII y los teólogos de la Inquisición romana condenaron la teoría copernicana alegando que era contraria a la Biblia. Los detractores de Galileo citaban las palabras de Josué “Sol, tente inmóvil”, las cuales, según ellos, había que entender literalmente (Josué 10:12). Sin embargo, ¿de veras contradecía la Biblia la teoría de Copérnico? De ningún modo.
Lo que estaba en contradicción con la ciencia era una evidente interpretación errónea de las Escrituras. Así lo veía Galileo. En una carta a un discípulo suyo escribió: “Aunque la Escritura no puede errar, con todo podría a veces errar, de varias maneras, alguno de sus intérpretes y expositores. Una de estas, muy grave y frecuente, sería la de siempre querer interpretarla en el sentido más literal”. Ningún estudiante serio de la Biblia negaría esta aseveración.
Galileo fue más allá. Afirmó que dos libros escritos por el mismo Autor —la Biblia y el libro de la naturaleza— no podían contradecirse el uno al otro. Pero añadió que nadie podía “asegurar con certeza que todos los intérpretes hablaran por inspiración divina”. Es probable que esta crítica implícita de la interpretación oficial de la Iglesia se tomara como una provocación y fuera la causa de que la Inquisición romana condenara al científico. A fin de cuentas, ¿cómo osaba un simple laico criticar las prerrogativas de la Iglesia?
Basándose en el caso de Galileo, varios eruditos han planteado dudas sobre la infalibilidad de la Iglesia y del Papa. El teólogo católico Hans Küng señala que “los errores del magisterio de la Iglesia son muchos y graves”, y que algunos de estos, como “la condenación de Galileo”, han provocado desconfianza hacia el dogma de la infalibilidad.
¿Rehabilitar a Galileo?
En noviembre de 1979, un año después de su elección, Juan Pablo II confiaba en que se revisara la situación de Galileo, quien, como el propio Papa admitió, “sufrió mucho [...] por la acción de hombres y organismos de la Iglesia”. Trece años más tarde, en 1992, una comisión designada por el mismo Papa reconoció: “Algunos teólogos contemporáneos de Galileo no supieron interpretar el significado profundo, no literal, de las Escrituras, cuando éstas describen la estructura física del universo creado”.
No obstante, la teoría heliocéntrica no fue criticada únicamente por los teólogos. El papa Urbano VIII, que desempeñó un importante papel en el proceso de Galileo, insistía de manera inflexible en que este se abstuviera de socavar la doctrina eclesiástica de siglos de antigüedad de que la Tierra es el centro del universo. Pero tal enseñanza no procedía de la Biblia, sino del filósofo griego Aristóteles.
Después de que esta comisión moderna hiciera una laboriosa revisión del caso, el Papa dijo que la condena de Galileo había sido “una decisión apresurada y desafortunada”. Ahora bien, ¿se rehabilitó al científico? “Hablar, como algunos hacen, de la rehabilitación de Galileo es absurdo —señala cierto autor—, porque la historia no condena a Galileo, sino al tribunal eclesiástico.” El historiador Luigi Firpo añade: “No les corresponde a los perseguidores rehabilitar a sus víctimas”.
La Biblia es “una lámpara que resplandece en un lugar oscuro” (2 Pedro 1:19). Galileo quiso protegerla de una mala interpretación. Pero la Iglesia, al respaldar una tradición humana que desacreditaba a la Biblia, hizo todo lo contrario.
[Nota]
Todo lector honrado convendrá en que la declaración de que el Sol se quedó inmóvil en el cielo no se produjo como resultado de un análisis científico, sino que fue un simple comentario de lo ocurrido desde la perspectiva de un testigo ocular humano. Del mismo modo, los astrónomos hablan a menudo de la salida y la puesta del Sol, los planetas y las estrellas, y con ello no están diciendo que dichos cuerpos celestes giren literalmente alrededor de la Tierra, sino que parecen cruzar el cielo

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